LA EDUCACIÓN CIUDADANA
Desde hace muchos años viene haciéndose ostensible
una plausible preocupación de mejoramiento en ciertos aspectos de la vida
ciudadana.
Gobiernos y
Ayuntamientos con las Ordenanzas y Normativas en sus manos, no son capaces de
Iniciativas en su cometido de atraer a los vecinos del municipio como al
turismo y hacerle grata la estancia en él. Han reformado servicios y
disciplinados otros, procurando corregir deficiencias notorias por
conveniencias. Muchos abusos había que mejorar y en muchos puntos se ha
observado el resultado de su intervención. Pero hay un aspecto que merece la
más delicada atención y que no parece advertirse más que cuando un hecho
escandaloso lo hace resaltar. Cuando apedrean, queman y destrozan coches,
mobiliario urbano, puertas, escaparates, grafitis por doquier, deposiciones de
animales, botellones, trifulcas y peleas, promover eventos nada rentables para
el comercio excepto para bares y cafeterías, promoviendo el consumo de alcohol
en la vía pública y sembrando el descontento y la inseguridad de vecinos y
visitantes. Entonces se protesta del salvajismo, del incivismo y se toman
medidas transitorias, que son pronto olvidadas hasta que un hecho parecido se
repite. Sin embargo esos hechos son revelación de un estado de cierta gravedad
en las costumbres, una degeneración del modo y tono ciudadano que poco a poco
ha ido cuajando por excesiva tolerancia y falta de vigilancia adecuada y
eficaz, hasta manifestarse con todo desenfado la ineducación y la grosería como
cosa corriente y habitual.
A cualquiera
que llegue por primera vez a nuestra población ha de chocarles la falta de
urbanidad, en el sentido más amplio de la
palabra, de respeto a los demás, que abarca desde la incuria en ciertos
servicios públicos al escándalo callejero. Desde el inadecuado espectáculo de
algunos concejales, policías locales, entre otros, hasta el de los grupos de
chiquillos, jóvenes y gamberros varios, que abuchean al policía local, al
viejito/a, al borracho o al perturbado persiguiéndole por las calles con toda
libertad y a todo lo que se le ponga por delante, parecen verse como cosas
naturales que no llaman la atención de nadie. Frecuente es la circulación de
coches con escandalizadores festivales que se desahogan con cantos groseros o dirigen
burlas a los transeúntes. Frecuente también en sitios céntricos, las bromas en
alta voz, de acera a acera con frases soeces, entre bigardos sin respeto a los
demás. Y, donde se reúnen grupos, la mofa a gritos de cualquier transeúnte. Y el
repulsivo espectáculo del chulillo, generalmente, menor de edad, que circula con su cigarro en las bembas y
se insolenta con las personas a
su paso disputándoles la
acera o el espacio que ellos ocupan, ciclistas a todo pedal por aceras sin
carril para ellos, sin importarles quienes transitan o paseen por ellas. Y
tantos otros casos que se advierten a cada hora. Falta de cortesía, falta de
decoro, falta de educación e incivismo.
Y todo eso y
mucho más que se viene tolerando sin que se le ponga coto, a fuerza de ser soportado
ha llegado a ser tan habitual que parece sufrirse sin extrañeza. El daño, por
lo hondo no es fácil de
desarraigar de pronto porque arranca desde los hogares familiares (en la
mayoría de los casos) trasladado a los colegios e imponiéndolos en la vía
pública. Pero es imprescindible dedicarle la mayor atención para corregir la
ineducación en aquellos muchos casos en que la intervención policial es de
obligado proceder. Reglamentar y sancionar, como en cualquier servicio público,
e imponer la mayor severidad en la vigilancia para cortar e impedir las
groseras expansiones callejeras.
Pero parece
ser, que Ordenanzas y Normativas, solo son aplicables al otro grupo de
ciudadanos con comportamientos cívicos, educados, corteses y galantes modos,
gracias a la preocupación familiar de enseñarles comportamientos adecuados
basados en el respeto mutuo.
"¿Qué mundo les
vamos a dejar a nuestros hijos?"
A mí me gustaría que mis hijos y los tuyos y
los de los demás, fuesen gente responsable, sana, de mirada limpia, sinceros,
leales. Lo que solemos decir a menudo “Buena Gente”.
Porque si son buena gente harán un mundo bueno y quizás mejor.
“Mientras los
padres no se den cuenta de que los hijos son cosa suya y de que si salen bien,
la responsabilidad es un 97% suya y si salen mal, también”.
José Antonio del Rosario