¿CALLAN POR FE? Oh porque ya están muertos
La perturbación que a Gran Canaria ha traído las luchas y
ambiciones de los partidos y los egoísmos y sed de riquezas que despierta entre
los hombres y mujeres que manejan la política local con viejas venganzas,
rancios rencores que aumentan con el desbarajuste que reina en centros
oficiales, cuya vida anormal no solo trae perjuicios graves a los intereses de
todos, sino también vergüenzas y afrentas
para el Gobierno que los consiente
y para los hombres y mujeres que los autorizan.
Véase el estado de nuestra Audiencia,
de nuestra Sanidad pública, de nuestros centros de Enseñanza pública, de
nuestros Servicios Sociales, de nuestros Ayuntamientos y Cabildo, en cuyas
manos está la suerte de nuestros bienes y de nuestros derechos y los sagrados intereses
de la justicia. Ante ese desastre sin ejemplo, ante esa indiferencia del Gobierno
y de nuestros representantes hacia el resto de los ciudadanos, cabe pensar si
alguna maldición ha caído sobre esta tierra desventurada.
Desatendidas las conveniencias posibles
que sean francas, rectas y el pronto restablecimiento de los servicios ¿Cómo es
posible el exacto cumplimiento y aplicación de las leyes prometidas, la severa e
imparcial misión del funcionario, la trascendental y serena marcha de la
Justicia y el correcto cumplimiento de un Gobierno?
Los gobiernos canarios nos tienen acostumbrados
al abandono y al desprecio. Para ellos la tierra Gran Canaria, es tierra que
debe explotarse y lugar a donde conviene mandar lo que la dignidad de otros pueblos
saben rechazar; pero ¿y nuestros representantes? ¿Es que estamos huérfanos de
hombres y mujeres que luchen por nuestros intereses y que amparen nuestras
legítimas aspiraciones? ¿Es que el pueblo Grancanario es cosa de poca monta
para la coalición que hoy está en el Gobierno de esta tierra Canaria? ¿Es que
aquí nadie se mueve sino para las cuestiones personales y enchufes convenidos?
En los pueblos ricos, prósperos, libres
y grandes, donde la Democracia es la fórmula de gobierno, el menor entorpecimiento
en un servicio público es asunto suficiente para que sus Diputados y Senadores
interpelen al gobierno y hagan ruda y varonil oposición en las Cámaras. No es
ese el ejemplo seguido por nuestros representantes que con su silencio,
autorizan ese abandono torpe o injusto, en perjuicio de nuestra administración
de justicia y de los intereses de todo un pueblo.
Cuando se debaten reformas y
propuestas que interesen al Gobierno de turno, los que lo forman las defienden
a capa y espada siempre que sean beneficiosas para sus exclusivos intereses,
los nuestros callan como muertos. Hoy ante la desorganización y carencias de las
Administraciones Públicas, que tan graves perjuicios está ocasionando, como
muertos también callan.
La pregunta es; ¿Qué explicación
tendrá ese silencio?
José Antonio del Rosario