SIN CONTEMPLACIONES
Nunca como ahora se ha puesto en evidencia
la impopularidad, el descrédito y la imprudencia de los partidos y formaciones
políticas que más o menos combaten a la situación actual, abusando de la tolerancia,
de la benevolencia, con el exclusivismo,
con la tirantez y con la actitud rudamente opresora de gobierno y los modos
devastadores en el hundimiento de las administraciones públicas.
Hoy se conspira abiertamente y al aire libre, pues no tienen vergüenza ni la
discreción necesaria para acallar sus ambiciones, ni pueden llevar en paciencia
su acercamiento al poder porque no cuentan con fuerzas ni tienen elementos de
ninguna clase para reproducir, siquiera sea en pequeña escala, sus pasadas y fáciles
hazañas, y porque al país, al que tantas veces han engañado y burlado, les
conoce ya demasiado, y está decididamente al lado de la Democracia para
combatirles en todos los terrenos.
Pero si Ustedes conspiran porque no tienen
otros argumentos y salidas, procuren por todos los medios imaginables, no
agitar los ánimos del pueblo y hacer revivir esperanzas muertas y desvanecidas,
llevar la inquietud y la alarma a todas las clases sociales y al seno de todas
las familias pacíficas, para crear atmósferas inestables y suscitar conflictos
o dificultades.
Este género de enemigos políticos
que nos invade, es el peor y el más peligroso de todos, porque no pelea
noblemente en buena lid, sino va liándose con medios arteros y de continuos disfraces
para herir a mansalva, y se necesita mucha previsión y mucha energía para precaverse
contra sus audaces intrigas, a fin de desbaratar sus torpes maquinaciones.
El Gobierno de “La Familia del
Viernes” y la mayoría de formaciones y partidos, inspirándose en el descalabro
rastreramente intencionado impuesto a la mayoría de los ciudadanos, han hecho
un llamamiento patriótico a todos los españoles honrados, excitándolos a la
unión y a la concordia bajo la enseña gloriosa de un Gobierno salvador.
Mientras, proclaman políticas de
intolerancias y no olvidos, se persiguen nuestras opiniones, nuestras
manifestaciones, nuestras reivindicaciones y nuestros derechos como ciudadanos
legítimos, no sólo han respondido, sino que se han excedido en el
incumplimiento de sus promesas. Los poderes existentes nos han hecho creer o
aparentan hacernos creer, que la situación actual no puede pasarse sin su
apoyo, siendo esta la causa principal de su insensato desvanecimiento y de la
actitud resueltamente hostil en la que han colocado al país.
Esa creencia errónea de salvación que
incesantemente escuchamos ha sido un arma vedada de oposición contra la
ciudadanía, cuyos deseos de unión y de concordia han interpretado
maliciosamente, han contribuido a reanimar nuestras esperanzas de colocarnos al
lado de sus adversarios, que a pesar del descrédito por Ustedes manifestado, es
posible que este barco llegue a buen puerto.
Los diferentes gobiernos,
formaciones y partidos políticos afines o cómplices, han hecho ya cuanto inhumanamente
han podido hacer, despreciando los límites de la pública conveniencia y de la
propia dignidad, para alejar voluntades y para desunir todos los elementos de orden.
Nuestra tarea como pueblo será restablecer la paz pública y social, y
consolidar las instituciones bajo la tutela de una Democracia real, los que no acepten esa política nacional,
salvadora y fecunda; los que no quieren acudir a ese patriótico y generoso
llamamiento, son evidentemente enemigos más o menos declarados o encubiertos, y
es preciso cambiar con ellos de política ya que se muestran refractarios a toda
atracción.
Hartos ya de tanta política corrupta y vil, de
tanta pendencia intencionada, de tantos modos rastreros y cobardes, de tantos y
desproporcionados privilegios políticos. Mientras, a la mayoría de los
ciudadanos nos hunden en la miseria, nos dan licencia para morir al golpito, de
asco, sin casa, sin trabajo, sin cultura, de enfermedades varias, sin servicios
públicos ni libertad.
Si ha de salvarse el país, lo antes
conseguido con tanta lucha y en verdadera libertad, ha de ser a fuerza de unión
y de energía, no solo contra las políticas devastadoras, a la cual es necesario
y urgentísimo combatir sin tregua ni descanso, sino contra otros enemigos que tenemos
más cerca y nos atacan, con armas veladas y de mala ley, las cuales no son menos
temibles y peligrosas que aquellas.
No basta que el país emplee toda la juventud,
que prodigue sus tesoros y agote sus recursos para acabar con esta vergüenza
política, urge también, como primera necesidad, reprimir a los intrigantes, a
los alarmistas y a los agitadores de todas clases, procedencias y jerarquías, y
a todo gobierno corrupto, sin lo cual, ni habrá paz ni orden posible, ni esta
sociedad desquiciada recobrara, su asiento moral, perdida por los estragos de políticas
pendencieras, la altiva y noble ciudadanía española, hoy envilecida y arruinada
por los que la han esquilmado y sojuzgado en estos últimos años, volverá a
ocupar el rango que le corresponde en el concierto de la sociedad europea.
José Antonio del Rosario