Todo
lo que pasa y acontece en Canarias indica bien a las claras que la
verdadera revolución democrática está llamando a las puertas.
Convertida las Coaliciones de Coaliciones más Coaliciones
oportunistas y chanchulleras en una cuasi-restauración del antiguo
régimen; marchitas las esperanzas que hace años hicieron concebir
los hombres y mujeres del nacionalismo radical, encumbrados al poder
en medio de generales aplausos; roto ya el débil lazo de
benevolencia que los demócratas-republicanos tendieron a aquellos,
cuando todo eran promesas, reformas, moralidad, economías y otros
tantos halagüeños propósitos, ha quedado solo el Gobierno
Nacionalista en frente de temibles adversarios, trabajando
activamente su descrédito, agitándose para caer en la más completa
ruina, y moviéndose únicamente para poner de manifiesto su
debilidad, su impotencia, sus contradicciones y sus torpezas.
Sin
querer comprender los nacionalistas (eso quieren hacernos creer) que
los males políticos actuales nacen del
Nacional-Comunismo-Socialismo, y de la dinastía de la Dictadura, y
achacando toda culpa a los diferentes partidos con los que tuvieron
que hacer coalición para gobernar, y estos se han dejado ir por la
corriente, tras la ATIcoalición-Nacionalista y sus caprichos, sus
veleidades y antojos, y como lógica y natural consecuencia marchan
ya a agigantados pasos hacía una caída escandalosa y
funesta. Y por creer que hay buen arreglo con un simple cambio de
personas, con habilidosas mistificaciones, haciendo concesiones y
guiños de rotura de pacto con el partido de viaje. Con tímidas y
escogidas reconciliaciones hacia el Gobierno de la Nación, risueñas
unas veces y complacientes otras, el Gobierno de Canarias se ha
desacreditado por completo.
Los
demócratas-republicanos, más que nadie, debemos sentir estas
defecciones, porque el rancio nacionalismo, comunismo y socialismo,
más que otros, aplaudieron la subida del desvencijado partido
, no transigiendo con la Democracia, ni con sus partidarios, ni en la
víspera, en aquellas horas fundamentales no cuestionaban la libertad
democrática; llamada a despejar poco a poco el camino que ha de
conducirnos a la Democracia bien pronto, sin revoluciones y sin
sangrientos motines, cuyo resultado positivo es hoy por hoy,
desgastar y consumir preciosas y necesarias fuerzas.
Pero
aun cuando lo sientan y lo lamenten: solo les queda el recurso de
ponerse frente al pueblo, y este le hará cruda guerra. Ya que
los abusos y desaciertos del poder han sido mayores de día en día;
se ha hecho un juego insufrible y repugnante de un
constitucionalismo bastardo e interesado; se ha entronizado la
reacción de una manera procaz y descarada, sí, se ha dado una
prueba más de que no hay modo de combatir dentro de la legalidad, a
Gobiernos y a poderes que prescinden completamente de ella. ¿Qué
conducta le impone su honra y su prestigio?
Combatir a
Gobiernos y partidos, que pisoteando el territorio Insular se creen
dueños y señores de la finca, despreciando y pasándose por el arco
del triunfo la Constitución, las Leyes vigentes, Ordenanzas y
Normativas, etc, sin darle
hora de paz, ni punto de reposo; combatirlo en todas partes, si
inútil es la lucha noble de los Parlamentos; combatirlo en los
clubs, en mítines, en tertulias
y en los medios de comunicación sin treguas ni armisticios;
combatirlo a cara descubierta, arrancándoles la máscara hipócrita
que los cubre; y combatirlos, en fin, recordándoles sus promesas, y
sus compromisos solemnes, para que el pueblo, viendo como se le ha
engañado vil y cobardemente los aborrezcan.
Bien
merecido tienen este premio los que aun corriendo peligro de muerte
la libertad, tienden sus brazos a la dinastía conservadora-radical,
los que aún amenazando de ruina la obra democrática, acuden a
sostener poderes corruptos,
y los que, aún oscureciéndose el porvenir del País, tiemblan y
vacilan sin obrar, por no lastimar sentimientos que no deben
atenderse en semejantes
circunstancias.
Y
el caso es que todas las opiniones fluctúan, que riñen en empeñada
y cruda batalla los elementos políticos, que ciertas instituciones
se hallan ya fuera de quicio, y que todo hace presentir un
rompimiento, tras del cual nadie sabe lo que pasará en el nuestro
desgraciado Archipiélago Canario.
¡Qué
asco es convivir, entre cobardes intereses!
José
Antonio del Rosario