viernes, 23 de enero de 2015

¿REACCIÓN O REVOLUCIÓN?


¿REACCIÓN O REVOLUCIÓN?


¡Palabras que nos llena el ánimo de esperanza al considerarlas como refugio de salvación en una Sociedad profundamente decepcionada!

¡Palabras nefastas, que excitan los más bajos y retorcidos sentimientos de los que por la fuerza de la sinrazón las catalizan! Tales son los extremos en que se las colocan, y la significación que se les dá, por los que piden orden y por los que lo perturban.

¿Y qué es la Reacción? (Actitud de oposición ante inadecuadas innovaciones políticas, sociales, culturales, económicas, etc). En este caso, es el motor que mueve a un pueblo por el secuestro de los poderes públicos y constituciones a cuya sombra, careciendo de valor real la idea de orden se acogen sistemas de gobiernos anárquicos y dictatoriales que crece y se fomenta por los abusos que trae consigo la demasiada amplitud en las instituciones de los partidos políticos.

¿Y qué es la Revolución (del latín revolutio, "una vuelta")? En nuestro caso, un cambio en las instituciones políticas al servicio de la sociedad, basado en sistemas constitucionales democráticos, surgido de la voluntad soberana del pueblo. Que se puede producir simultáneamente en distintos ámbitos (político, social, económico, cultural, etc.) Una transformación respecto al pasado inmediato.

Prescindo de otras aplicaciones susceptibles; ello es que dentro de la libertad y en la misma Democracia sin variar el modo de ser de esta forma de gobierno, la Reacción o la Revolución se hacen lugar y es a veces necesaria ante los abusos, auxiliada por la fuerza para el cumplimiento de la ley como deber represor haciéndose efectivo en la Sociedad. Hace más la concentración silenciosa de un pueblo, que el griterío soez y comportamientos pendencieros de cierta parte del mismo.

Amo el orden, la libertad y la justicia; pero el orden, la libertad y la Justicia que nos ha traído este ensayo de pública represión de nuestros derechos Constitucionales y Sociales, lo aborrezco y maldigo desde el fondo de mi humana conciencia. Ignoraba que esos tres elementos que componen la síntesis de un gobierno democrático, habían de producir en la práctica la antítesis de su legítimo significado; pero no ha sido preciso mucho tiempo para convencernos tristemente de la realidad.

Más de tres años llevamos padeciendo opresión, represión y recortes, en todas las administraciones públicas y derechos constitucionales. Y cada día se hace más inminente una Reacción en contra de tanto desorden, una Revolución que por amor a esa misma Democracia encauce el desbordamiento de las pasiones de las masas; que en su ceguedad y en su ignorancia se entregan a toda clase de excesos. De lo contrario morirá así que haya llenado su misión, bajo el peso de su descrédito después de haber probado con la lógica de la práctica, su imposibilidad de subsistir.

¿A qué invocar su libre albedrío? ¿Por suerte esa libertad los faculta para pisotear y escarnecer las leyes y los derechos constitucionales de un pueblo, para obrar a nuestra satisfacción con perjuicio, en la mayor parte de los casos, del derecho ajeno? ¿Qué objeto tienen, pues, las leyes positivas si no se cumplen? Es cierto que ese don precioso con que la Providencia ha distinguido al hombre, le hace árbitro de sus acciones, no debe atacarse, bajo ningún concepto, porque ninguno está facultado para imponer su autoridad a otro sino en nombre de la razón; pero también es cierto que el libre albedrío cuyo valor ignora esa parte de la sociedad que compone la clase política, completamente desvirtuada por aquellas causas, se hace efectiva peligrosamente.

El hombre nace libre, es verdad, la conciencia de sus actos le concede este carácter. Es libre para obrar el bien y ejecutar el mal; pero esto nada explica cuando se trata del derecho ajeno. La libertad civil y constitucional dista mucho del libre albedrío, como los deberes perfectos o imperfectos, como la ley moral se distingue en esencia de las leyes humanas. Sobre esto deben fijarse bien los que invocan la libertad moral del hombre para ensalzar la Democracia. Tenemos deberes y obligaciones que cumplir forzosamente, necesitamos ajustarnos a reglas para la realización del orden, para disfrutar de libertad, y para que la justicia tenga debida aplicación. Aquí encontramos, pues, la libertad civil comprendida en las leyes que nos rigen dentro de su esfera de acción.

Pero el interés político personal y las pasiones soberbias, los apetitos avariciosos y los instintos de ira, se oponen, así al cumplimiento estricto de los deberes Constitucionales y la de Ley civil; y de ahí la credibilidad política de estos últimos tiempos, que vemos infringir a cada paso, ahora, más que nunca, cuando ahora mas que nunca debiera respetarse la Constitución y la Ley que los impone.

Es la Democracia, el sistema de gobierno más conforme al sentimiento humano, y en el cual la sociedad ve colmadas sus aspiraciones si fuera posible practicarse conforme a los principios democráticos. El gobierno de este País no tan solo ataca a la libertad moral sino también a la civil, convirtiéndose éste en verdadera tiranía. Ahí están los hechos que nos presenta España entera. Los medios de comunicación de todos los matices dibujan con negros colores el desbarajuste en que se halla nuestro desgraciado pueblo, porque en nuestra población, aunque en pequeño, vemos como anda la justicia y como comprenden el orden y la libertad estos saqueadores políticos , principalmente demostrado en los comicios.

¿Está el orden político y social perturbado? Lo está; por las devastadoras políticas impuestas y la corrupción enquistada, pues habrá que restablecerlo y afianzarlo, predicando menos y ejecutando más. ¿Se abusa de la libertad cometiéndose a su sombra los mayores excesos? Sin duda; el abuso proviene mayoritariamente del poder político y empresarial que intentan secuestrarla. ¿Se pisotea la justicia? Cierto; y la pisotean todos aquellos que creen estar por encima de la misma, pues se hace necesario poner el remedio, no con palabras melosas y de conveniencias, que todas son inútiles, como ya lo hemos visto, sino aplicando enérgicamente la ley, sin tregua ni cuartel. Así alcanzaremos consolidar nuestra Democracia poniendo en ejercicio la Reacción y la Revolución que el pueblo con la fuerza de la razón demanda.

Si el orden, la libertad y la justicia no pueden realizarse cual corresponde a una verdadera Democracia, si solo habrá de gobernarnos la dictadura-anárquica, la licencia y la ilegalidad, venga en buena hora otra clase de Reacción o Revolución que nos garantice el orden, la justicia y la libertad conquistadas. Las aceptamos de todo corazón, y en último caso siempre podremos vitorear. «Hemos perdido la Democracia, hemos perdido la libertad, la justicia y el orden porque no la merecíamos, porque sus mismos defensores la sacrificaron con sus excesos».




José Antonio del Rosario

martes, 13 de enero de 2015

LA NECESIDAD DEMOCRÁTICA


LA NECESIDAD DEMOCRATÍCA


El partido de la rancia derecha-conservadora-caciquil que ostenta poderes en la Nación, se halla entre dos abismos. Si se sirve de los socialistas, se enajena, no sólo las simpatías, sino hasta el respeto de los radicales, que prefieren la dictadura; y si concede servirse de los republicanos ve irse al campo de la restauración a los que procedentes de ellos, instaurarán antes una República o países Federales que este incomprensible conservadurismo-caciquil, que sólo sirve para destruir todo sentimiento de verdadera Democracia.

Así las cosas, dado que el sistema democrático desde su campo y con energía cada día creciente, combate el frágil trono del Conservadurismo, ¿es posible seguir esperando que la derecha-conservadora-caciquil se consolide? ¿no es absurdo creer que eche raíces en este suelo, enemigo de toda dominación, un partido que ni aún con el respeto de los que lo crearon cuenta, ni a podido granjear más servidores y parciales en más de dos años en el poder, que gozan y aplauden transitoriamente los recortes presupuestarios y dan vítores a la corrupción?

Pues si esto está claro y evidente, para todo el que sin pasión ni interés inmediato observa las evoluciones de los que ostentan el poder y pulsa la opinión movible del país, ¿no exige el ciudadano que ame sinceramente la libertad, que sacrificando la vanidad pueril de sostener un error por ser propio, vaya tomando las disposiciones precisas para sacar a salvo la Democracia del terrible conflicto en que ha de verse el día más cercano de lo que muchos se imaginan, en que viniendo abajo lo que sólo por Decreto y no por el pueblo se sostiene, sea la que quiera la fuerza que con sólo combatirlo muestre su flaqueza y determine su aniquilamiento, se halle el ciudadano sin derechos (aunque la Constitución dice lo contrario) y haya de disponer de nuevo de sus destinos?

La marea sube; la tempestad se acerca, el drama entra en el desenlace. Los conservadores-caciquiles se irán del campo que dejaron semidesertico; los reaccionarios de todos los matices se entienden y conciertan. Intentarán destruir la libertad, matar las conquistas democráticas, volver el país al estado de envilecimiento y servidumbre en que le han tenido tantos años. Y como la ambición es impaciente, decretaron mediar en poco tiempo del pensamiento a la acción.

Ha llegado, pues, la hora de pensar seriamente de impedir la realización de los planes de los que se unen en su odio común a la Democracia y a la Libertad. Sostener el rancio conservadurismo-caciquil es un peligroso crimen-político para este País, donde la mayoría de sus ciudadanos luchan y asientan sus bases en políticas democráticas reales. Imponer el yugo y las flechas seria insensato, pues el emblema dictador-nacionalista anularía de cuajo la libertad de un pueblo, que su fuerza toda será necesaria para salvar las instituciones democráticas.

Mediten aquellos que un día siempre han dicho que si hubiera que sacrificar algo, no sacrificarían la Libertad.



José Antonio del Rosario