¡SOBRE
LA MESA, UNA CARRETERA!
Charada,
obra representada por la compañía ATÍ Canario te Cuento
El Consejero
portavoz de mirada cachonda, hace sonar una campanilla; todos los
badajos se paralizan; es decir, todas las lenguas de mujer y hombre
se callan, y se hace un silencio en el que puede oírse hasta el
saltar de un sigarrón, si el caso llega...
Empieza
la lectura de la DENUNCIA de un pueblo olvidado, reivindicando, una
vez más y van… una carretera decente y en condiciones de tránsito;
hay en todos los rostros una alegría tal de
iluminados, que ya no se sabe si el calor está en la ropa.
La
voz del Consejero portavoz de mirada cachonda, lee los títulos para
que los oyentes den su opinión al respecto.
Se
oye una voz que pregunta.
¿Quién
firma eso?
Un
tal Roque; dice el portavoz de mirada cachonda. Y añade:
¿Conoce
alguno de ustedes a ese tal Roque? ¿Le ha visto en algún lado?
Nadie
da razón del tal Roque que firma tales versos en la DENUNCIA del
pueblo olvidado, y la sección continúa.
Pregunta
sin pizca de malicia del Consejero de vías y obras; chacho, ¿otra
denuncia por un camino?
Que
se lea, que se lea eso del tal Roque, dijo un pollo con pantalón
muy ceñido y curvas provocativas.
Y
los versos de la DENUNCIA de Roque se leyó, con el general regocijo
de la gente iluminada, que como libélulas escandilavan el hemiciclo
de sesiones.
¡Qué
bien está eso!
Dijo
un pollo de pálido semblante, mirando al Consejero de vías y obras,
lanzando un suspiro de Pascua de Resurrección.
¡Cómo
nos han conocido!
Preguntó
un esmirriao con corbata de colores de la tercera fila, poniendo una
cara desmadejada y lánguida la mirada, que parecía haber recibido
demasiados disgustos.
Y
el dueño del patio de poco más de metro y medio, al que llaman
presidente, hizo un comentario elogioso:
Indudablemente,
queridos hermanos y queridas hermanas más, los versos del Roque
tienen gracia. Yo no creí nunca que del tal Roque se sacara tanto
partido, ¡Cuidado que decir! que con un Roque de éstos se le
estropea al más fuerte, hasta el caminar.
¿De
dónde es el tal Roque?
Preguntó
cándidamente uno que estaba en el Limbo.
De
una Aldea.
Contestó
otro con pito de flauta.
¡Que
se callen! clamó una voz atronadora.
¡Qué
imprudente! ¡Con las damas que hay aquí oyendo!
El
Consejero portavoz de mirada cachonda: rezongó.
Nuestras
queridas damas tienen carta abierta.
Y
todos los lumbreras presentes, temblaron de emoción.
Se
hizo de nuevo el silencio.
La
voz del Consejero de vías, obras y ahora también de caminos, cogió
las riendas, leyendo los epígrafes. ¿Trucos, no?; Pregunta sin
sentido.
Aquí,
uno que dormitaba, dijo anhelante, ansioso de atrincar la puerta que
en sueños se le presentaba entornada, incitadora:
¿Quién, quién está
aquí abierta?
Una
separá con piquito de loro, sacudió al dormilón, advirtiéndole
entre molesta y desconsolada, muy por lo bajo: ¡Nadie, hombre,
nadie: guárdese usted la llave...!
Y
ahora un comentario, después otro, hasta que llegó el breve resumen
desde los bancos azules con el número uno, del que mide poco más de
metro y medio, al que llaman presidente, en éstos o muy parecidos
términos:
Hermanos
amadísimos, hermanas más amadísimas todavía que los hermanos. El
motivo de esta matinée no ha podido ser más ameno y simpático.
Ayer
ha reaparecido la DENUNCIA del tal Roque, y hoy hemos tenido que
reunimos para ahondar sus versos. Yo bien sé que a los señores que
escriben desde esa Aldea, les van a sentar mal estos elogios míos al
tal Roque, pero que se jeringuen.
A
cada cual hay que darle lo suyo, aunque con mucha frecuencia se le
quite lo propio. Y perdónenme la franqueza.
Aquí
el pollo de las curvas estatuarias se palpa su amplia base.
Yo
bien sé, continúa arengando el que perdió el cuarto de hora:
queridísimas hermanas y hermanos menos, que a los del pueblo
olvidado le habrá sabido mal mis elogios hacia el señor Roque, pero
por eso, precisamente, nos debe saber bien a nosotros.
Hay
que practicar el sabio aforismo de “al prójimo contra una
esquina”. (Rumores de aceptación en el patio, y... otros rumores
en las habitaciones casi a oscura)
En
resumen; para no cansarles más, yo propongo que todos ustedes
compren semanalmente los divertidos versos del Señor Roque, como si
de un amuleto prodigioso se tratara. Léanlo, colecciónenlo,
encuadérnenlo, archívenlo, bendíganlo...
Y
de este modo, no lo duden, aprenderemos en él muchas cosas y nos
prepararemos para la liquidación final de no llevar a votación, la
finalización de la primera parte de la segunda parte de la parte
primera, de la carretera de la Aldea intencionadamente olvidada por
esta compañía, por los siglos de los siglos, amén.
Estruendosos
aplausos y vítores, socarronas sonrisas de gozo y alegría, abrazos,
codazos y besos, entre los hipócritas mamones que llenaron el patio
de butacas.
Y
la tan necesaria carretera, quedó sobre la mesa.
José
Antonio del Rosario