ALGO
DE ALGO
En
medio de los sucesos naturales de la vida, de manifestaciones
diarias que marcan tendencias y el carácter de los pueblos, se
desarrollan funestos modismos que se salen del orden regular de los
hechos, llaman públicamente la atención y preocupan el ánimo de
las personas que siguen atentas la marcha de la sociedad.
El
espíritu investigador e innovador de los siglos tiende a analizarlo
todo y a sacar ventajosas deducciones, que sirvieron de enseñanza
para los sucesos futuros en la sociedad y en la vida, caminando los
tiempos.
Nuestra
sociedad que emprendió una marcha altamente civilizadora, después
de larga y porfiada lucha de castas y de escuela, conserva todavía
en su seno escorias que no han podido aun fundirse en el horno de la
verdad y de la conciencia pública. En el choque continuo de ideas,
en el batallar incesante que unifica principios y funde voluntades,
las impurezas resaltan y quedan como sobrenadando en medio de la
honestidad común que trata de expulsarlas.
Y
por efecto de este choque, la luz que trata de esclarecer la verdad
de las sombras pugna por interceptarla. Por desgracia, en este suelo
patrio continúa brotando la corrupción que sacude los cimientos de
una sociedad, que honestamente quiere avanzar hacia una Democracia
sin yugo y en Libertad. La luz logra siempre hacerse paso y penetra
las tinieblas, dando de lleno en el rostro de los que sé ocultan en
sus misterios.
En
nuestra sociedad existen muchos murciélagos, que el relajamiento y
la bajada de guardia a muchos señala, que sus ideales están
supeditados al inmundo personalismo, que en el nombre del Estado se
explota en provecho individual, son cosas por demás sabidas y saltan
a la vista.
Cuando
las instituciones se hallan desmoralizadas, cuando solo se practica
la política de la especulación abusiva, cuando sobre toda idea no
impera otra que la de dominio, se prescinde por completo del bien
público, el tiempo que esto contempla tiene que distinguirse por la
corrupción de costumbres y bajeza de sentimientos.
Ya
perdido el norte, que debería presidir las acciones de los
individuos y pervertido el sentido moral, no caven más que
decepciones en esta obra teatral que subleva toda conciencia honrada,
por más que se trabaje por mejorar el destino futuro.
Hoy,
pues, se sigue con creciente avidez en los medios de comunicación la
marcha de los sucesos, mientras “La Familia Política” quiere
oscurecer en parte las conquistas que la civilización ha arrancado a
la ignorancia y al fanatismo. Es tal el personalismo en las
decisiones que revisten carácter público, que el ánimo se
contrasta al revisar tantas miserias y desigualdades sociales.
Nunca
como ahora es más indispensable la lucha. Es necesario que se
depuren los hechos y se penalicen responsabilidades, es necesario
quemar las impurezas en el horno de la verdad, es necesario el choque
de la honestidad para que resulte una reacción favorable que
arrastre como el aire al humo, muy lejos la corrupción y las
desigualdades que contaminan la atmósfera social.
José
Antonio del Rosario
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