Cosas
pasan y vemos
Es
inconcebible lo que pasa y veo. Que si no las presencio me resistiría
a creer pudieran tener lugar, aunque me lo afirmasen personas
veraces.
Se
ha llegado a unos tiempos en que no se respetan los intereses
legítimos, en que la tropelía reemplaza a la justicia, en que la
influencia todo lo invade y lo domina, en que el mérito no es
apreciado, en que se desatiende lo verdaderamente útil y solo tiene
aceptación lo esperpéntico y superficial; pero nunca llegué a
sospechar, ni a concebir, ni remotamente pasó por mi imaginación,
que los elegidos electos de velar por los intereses del pueblo, que
los encargados de atender sus necesidades y de tramitar órdenes en
este sentido y hacerlas respetar fuesen los primeros que hicieran
caso omiso de ellas y autorizasen con su conducta hechos anómalos,
sucesos escandalosos y hasta puede decirse verdaderamente punibles.
Cuando
se desconoce de tal manera la Ley, cuando se dictan Ordenanzas que
luego no se procura hacerlas cumplir, cuando se toleran abusos que de
ninguna manera debieran ser consentidos, cuando se autoriza con la
indiferencia y la inacción hechos sumamente reprensibles por los que
tienen el deber de amparar la Ley, de velar por el orden y buen
gobierno de una población, ¿que pretenden que hagan sus ciudadanos,
si los que están en el caso de dar el ejemplo son los primeros que
desconocen sus deberes y se la pasan por el arco del triunfo?
Ciertos
ciudadanos (demasiados yá) en vista de que todo se tolera y se
consiente, en vista de que nadie le
impide el ejercicio de
sus acciones, realiza aquello que más le agrada y le conviene,
aunque lo que haga moleste a la mayoría, y hace bien; puesto que su
incivismo se lo permiten aquellos que tienen la obligación de hacer
cumplir la Ley.
Se
publican las Ordenanzas municipales, y en presencia del sinnúmero de
artículos que contiene y de las medidas que se adoptan, salvo
algunas que me parecen irritantes y otras desacertadas, digo pues,
ahora sí que nuestra población va a estar bien regida, puesto que
casi todos los casos están previstos, los artículos son terminantes
y el rigor de la ley caerá sobre el qué delinque; y entusiasmado
con esta consoladora esperanza doy las gracias a los Gobiernos de los
Municipios por haber dado a luz un reglamento local que, a excepción
hecha de algunas disposiciones, merece mi aprobación y la de la
mayoría de los ciudadanos.
¡Vana
quimera! Mi creencia y la de la mayoría desaparecieron como
desaparecen las ilusiones que trunca un rudo golpe de fortuna.
Pasan
días, y todo sigue en el mismo estado y pasotismo que antes de
publicarse las Ordenanzas; pasan meses, y en lugar de cortarse los
abusos e incívicos modos, se extienden más y mas; hay pronto
elecciones municipales, y espero que entren otros hombres y mujeres
que se desvelen más por los intereses públicos; pero probablemente
casi serán los mismos, con poca diferencia,continuaran en el mando,
y los acontecimientos se sucederán de igual manera que se deslizan
hoy.
Nadie
me podrá tachar de que ataco sistemáticamente, como se ha dado en
decir por algunos para disculpar sus actos, por que el público tiene
conocimiento de las Ordenanzas (que para eso se publican) y presencia
como la mayoría de los ciudadanos lo que ha pasado y está pasando,
y como yo lamentan, aquella parte sensata del orden, tanto descuido,
tanto abandono y tan inconcebible conducta, dadas las disposiciones
que para el buen gobierno se redactaron.
¿No
está terminantemente prohibido arrojar inmundicias y aguas sucias a
las calles?
¿No
está terminantemente prohibido las deposiciones de los animales en
aceras, calles, plazas y jardines?
¿No
está terminantemente prohibido los escándalos en locales no
insonorizados y en espacios públicos?
¿No
está terminantemente prohibido el grafiti en los exteriores de
edificios, paredes, aceras, calles, escaparates, mobiliario urbano,
etc....?
¿No
está terminantemente prohibido aparcar en las aceras del Municipio?
¿No
está terminantemente prohibido las discotecas y ruidos a alto
volumen en calles, comercios y hogares que contaminan el ambiente?
¿No
está terminantemente prohibido que las terrazas de cafeterías
impidan el paso de discapacitados y peatones?
¿Es
correcto que un policía local, funcionario o cargo electo, se dirija
a un ciudadano sin un mínimo de educación y dando la impresión de
que le está perdonando la vida?
Estas
y otras medidas más que ahora no recuerdo y que no se cumplen.
Entonces, ¿qué hacen los agentes, funcionarios o cargos electos
municipales, que parece se ocultan para no presenciar nada de lo que
acontece?
¿Qué,
no han recibido órdenes de las autoridades que gobiernan? Y si las
han recibido ¿por qué no las cumplen?
¿No
tienen conocimiento las autoridades de lo que está pasando? Lo
niego, y lo niegan la mayoría de los ciudadanos porque
constantemente estamos denunciando abusos y no se corrigen.
¿Qué
hacen, pues, las autoridades municipales que no inspeccionan las
calles, que no vigilan desproporcionados e inadecuados modos para
cerciorarse si cumplen o nó, con sus deberes. Están en sus casas o
entretenidas en grata tertulia, u ocupadas en sus quehaceres
particulares.
¿Y
de esta manera se administra una población, concretándose a
echar unas cuantas firmas o asistir a los plenos y fiestas varias? En
absoluto, lo niego.
La
mayoría de los Gobiernos Municipales no se molestan en inspeccionar
sus ciudades, barrios y pueblos, porque no son de su agrado trabajar
tanto para quienes les paga; no pueden ocuparse de estos asuntos
porque tienen que desatender sus negocios particulares, cuya
profesión ejercen aunque estén a tiempo completo en el Consistorio,
y los demás funcionarios con poca diferencia hacen lo mismo.
¿Para
qué, pues, se han publicado las Ordenanzas municipales, cuando
ni un solo articulo de ellas se cumple? Perdón, se cumplen casi
todos a lo que al tráfico rodado se refiere.
Las
Ordenanzas las consideramos nosotros los ciudadanos, como un lujo de
disposiciones que el Municipio ha querido dar, para que fuera de las
población se crea que en Canarias se administra bien, y como una
burla al mismo público, pues se consiente todo lo que ellas
prohíben.
Por
eso decía al principio que era inconcebible lo que está pasando.
José
Antonio del Rosario
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