RENOVACIÓN
Muchos piensan que la torpeza de la
actual política tiene por causa el cansancio, el desgaste de nuestros hombres y
mujeres públicos. Muchos pensamos que es la torpeza de creerse imprescindibles,
y si para ellos el cargo es perpetuo, mejor que mejor. Pasan los años y la peor
política continúa retoñando como la mala hierba, y ya toca renovar y abonar el
terreno agotado de tantos ensayos y perdidas cosechas. Han rodado sillas,
estallado revoluciones, el resurgir de poderes novísimos con políticas caducas,
que se derrumban apenas erguidos, han restaurado viejas prácticas de
sometimiento ya de por sí derrotadas, han modificado las leyes para amoldarlas
a sus conveniencias, y los prestigios son siempre los de antaño. Y en Las Cortes,
salvo algún caso particular, resuenan aún las mismas voces de enardecidos
alzados.
Resulta qué en la política del país, el
papel más lúcido es el de segundón. Perpetuándose en los escaños y quedando el
paso libre para los mediocres, distanciándose de la vida pública la
inteligencia que acaso guarda el germen que produce los beneficios de una
regeneración ansiada por el país. La gente política nueva no aparece porque no
se le llama.
No carecemos de gente nueva en la
política del país, la culpa es de los antiguos y nuevos mafiosos en política, que
no supieron preparar sucesores. La falta mil veces lamentada de prestigios es
puramente teórica, porque ¿cuándo ni en qué ocasión se ha facilitado la renovación
de que tan necesitada se halla la política de este país?
Se premian más los años de servicio en
desigualdades sociales y políticas corruptas, más las probadas sumisiones que
el verdadero valer. Se cierra el paso a los que llegan con savia nueva y se
envían siempre a la retaguardia de las guarniciones en las cloacas,
precisamente a quienes se encuentran mejor preparados para las descubiertas y para
combatir en la primera línea, y debido a la viciada y deficitaria preparación,
cuando se agotan los ímpetus juveniles, y los espíritus pierden la virginidad
del entusiasmo, sube el que más cargado de escepticismos que afirma que la
verdad no existe, que de iniciativas fecundas.
¿Qué hay excepciones?... Claro; pero la
mayoría lamentamos la falta de una regla general. Bastante se ha hablado de los
muchos hombres y mujeres que extingue la política; pero mal por mal, preferible
es qué los personajes duren poco al de que se petrifiquen. La política en este
país tiene hombres y mujeres nuevos, y los necesita. Pero no basta confiar sólo
en las ideas, porque ¿cómo poner esculturas bellas y hermosas sobre pedestales
arruinados?
Aquellos que erigiéndose en caciques se
han quedado con la costumbre de seguir mangoneando, ilusionados con hacerse
necesarios en Las Cortes. ¿Quién había de resistirse a seguir la lucrativa carrera de la política? De un
simple ciudadano podía salir un compromisario valioso, de éste un diputado, ya autonómico
o de mayor categoría, y quien dice diputado, dice un senador, o algo más. Dos
años de política podían ser más útiles y provechosos que los que necesita un
bachiller para seguir la mejor de las carreras científicas o literarias. Ahora
que a la cultura y a la experiencia le ponen coto.
Quien sigue de cerca a caudillos y
dictadores, entra en el campamento cogido de la cola del caballo que monta el
protector. Quien tiene audacia suficiente para imponer conveniencias y para
burlarse de leyes sorteando obstáculos, suele imponer su nombre. Pero ¿por qué solicitar
al favor y al atrevimiento lo que no debiera conceder la justicia?
Y lo peor de todo esto, lo ridículo del
asunto, lo necio del caso es que la mayoría de nosotros lo sabemos; pero
hacemos oídos sordos, y vivimos tranquilamente hartos ya de oír a tanto
personaje público que tienen siempre la falsedad en la boca y en los puntos de la pluma la
mentira, y satisfechos de todo, toman por verdadero lo que a sabiendas es
falso, lo que de sobra nos consta que no es otra cosa, más que un convencionalismo
ridículo y un hipócrita fingimiento. Y que examinado detenida y
escrupulosamente, nos anuncian sólo falsedad, engaño, mentira…….
José Antonio del Rosario
No hay comentarios:
Publicar un comentario