miércoles, 31 de octubre de 2012

SARCASMO E HIPOCRESÍA



SARCASMO E HIPOCRESÍA
 
 




Es, sin duda alguna, decir que nuestro país va proa al marisco, que más o menos desde hace unos 25 años hasta hoy, no ha habido un gobierno con los suficientes “CILINDROS” para cambiarle el rumbo. Afirmar co­mo prueba de ello que los brutales “RECORTES” impuestos por “DECRETO” como en cualquier dictadura, (que en nuestro país ya lo es), como se entiende si no, ¿que de un plumazo se nos quite lo que tanto nos ha costado conseguir? Sarcasmo más que mordaz e hipocresía, la “FAMILIA” hoy en el poder por conveniencias personales y especulativas, han dictado y condenado que todos los ciudadanos continuemos atra­vesando una situación tan triste y desgraciada como nunca se había visto. Pregunten a los empresarios cual es su actual prosperidad, y les contestarán que consiste en no tener por sus negocios sino apenas una parte de las rentas que an­tes percibían, “quien la tiene, son muchísimas las empresas cerradas) y continuar pagando hoy mayores contribuciones que antes. Los empresarios dirán que por nada quieren las representaciones, pues que los artículos no tienen salida ni aun a precios tan bajos que causan su ruina.
 
Los profesionales y jóvenes con brillantes carreras terminadas que ya no pueden vivir aquí por falta de trabajo y porque lo poco que hacen ha de ser a bajo precio y con gra­ves dificultades para el cobro. Los comerciantes, que el comer­cio está completamente paralizado y en tal grado de decadencia como jamás se ha visto, por lo que mu­chos han tenido que abandonarlos. Los letrados, que no tienen en que ocuparse sino en pleitos y jui­cios orales de pobres por riguroso turno ó especiales recomendacio­nes, siendo, por lo tanto, muy contados los que pueden pagar un amanuense. Calcúlese lo que dirán los notarios y los procuradores. Los médicos, que tienen que hacer muchas horas de guardia para conseguir un salario digno, que las pocas per­sonas que pasan por su consulta particular de quienes pudieran prome­terse el pago de sus honorarios no quieren enfermar, si bien son mu­chas las visitas que tienen que ha­cer.  Los funcionarios, que cada vez tienen los sueldos más bajos y tienen que trabajar más horas. Los farmacéuticos, que esperan que el gobierno se digne pagar las facturas atrasadas para poder continuar y no despedir personal. Los contratos basura impuestos a los ciudadanos, con la bendición del gobierno y la aprobación de los sindicatos. Si esto que digo no son su­posiciones, ojalá lo fueran, sino verdades demostradas que las es­tamos sufriendo, oyendo y palpando diaria­mente, ¿quiénes serán de estos habitantes los que se hallen en ese estado floreciente y de supuesta prosperidad de este país á que nos referimos? Quizá puedan serlo la “FAMILIA”, los “BANQUEROS” los “ESPECULADORES” que disfrutando de grandes sueldos y escandalosas pensiones, consideren, a lo Luis XIV, que estando ellos bien, el país prospera y florece. Pero, como en realidad los sueldos de los empleados, cada vez más bajos, en nada guardan relación con las eventua­lidades, las alzas y bajas que ex­perimenta la riqueza pública; co­mo esos sueldos constituyen una parte muy mínima de los intereses generales de este país, esa creencia no pasa de ser una ilusión egoísta que, lejos de favorecer, perjudica a la afirmación que combatimos. Pero la prosperidad de un país ha de juzgarse por el fomento de sus intereses generales, por el bienestar de todas las clases que lo cons­tituyen, por el progresivo aumen­to é importancia de sus principales ramos de riqueza, y no por la bue­na suerte de unos cuantos que, comparados con la generalidad, suman una mínima parte de sus habitantes. Y este es, precisamen­te, el caso en que hoy nos encontramos.
 
  ¿A qué, pues, afirmar la ventu­ra de un pueblo, cuando serán muy pocos los que no se lamenten de su miseria, que no miren airados el que tan despreocupada­mente se les arroje a su rostro se­mejante sarcasmo? ¿Es acaso el que con esas impremeditadas palabras se intente reaccionar la opinión pú­blica respecto de faltas, de errores y de sostenidas contrariedades que, por evidenciadas, no tienen dis­culpa? Pues no es ese el camino. No con palabras sino con hechos se ha de demostrar lo contrario; y para conseguirlo preciso es que se varíe de conducta, que se siga una política distinta de la hasta ahora observada, que se acate y se haga mérito de la opinión pública que nunca se engaña ni puede ser en­gañada. Los mismos que, por sus fines particulares, aplauden todo incondicionalmente é intentan de­fender lo indefendible, esos mis­mos se unen en su conciencia a las censuras de la generalidad. Una triste experiencia nos demuestra que en cada año, en cada mes y en cada día vamos empeorando. ¿Dónde, pues, está esa prosperi­dad?  Que la “FAMILIA” tanto alardea ¿Será en la sensible y extraor­dinaria baja del valor de la propie­dad, en la completa ruina de la agricultura y el co­mercio, en la paralización de las artes y la cultura, en el desmantelamiento de la sanidad y servicios sociales, en la de toda clase de nego­cios, en la falta de trabajo, en lo exorbitante de las contribuciones que, por lo que ha disminuido nuestra riqueza y no pueden pagar­se?
 
  ¡Qué son tantas las promesas! ¿A verlas? ¿Pues cómo se han de encontrar si todos están emigra­ndo al extranjero  huyendo de la espantosa mi­seria en que aquí se ven envueltos? En medio de esta horrible situa­ción que para coronarla tiene por apéndice el quebrantamiento de la integridad de nuestro Sistema Jurídico, nuestro Sistema Político, nuestro Sistema Legislativo y nuestra Constitución y todo gracias a tanto “CHORIZO” que ni se enmiendan ni se arre­pienten de hacernos daño, y después de tantas desgracias y tantos des­calabros como llevamos sufridos, solo falta que esas desgracias y esos descalabros se consideren como méritos y servicios de que deba hacerse mención honorífica.
  Recientemente, desde el Congreso de los diputados, una vez más, la “FAMILIA” en el poder nos ha dado una lección de como se gobierna este país. Nos dio una lección del arte arrogante y prepotente, nos dio una lección del arte despreciable y discriminatorio, nos dio una lección del arte corrupto y fullero, nos dio una lección del arte chabacano y soez. Con sutil golfería y grosera cultura, nos dijeron, que nos “JODAMOS” Sarcasmo más que mordaz e hipocresía.
 
La pregunta es: ¿Podemos deshacernos de estos detritus políticos, especulativos y fulleros? SI.
 
Islandia lo hizo con solo 331.000 habitantes. Lo que los Gobiernos pactan, los votantes lo pueden hacer trizas. Así han decidido actuar los islandeses.
 
España tiene casi 47 millones.
 
“En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”
George Orwell
 
José Antonio del Rosario