miércoles, 21 de agosto de 2013

LA EDUCACIÓN CIUDADANA




LA EDUCACIÓN CIUDADANA

 

 Desde  hace muchos años viene haciéndose ostensible una plausible preocupación de mejoramiento en ciertos aspectos de la vida ciudadana.

 

 Gobiernos y Ayuntamientos con las Ordenanzas y Normativas en sus manos, no son capaces de Iniciativas en su cometido de atraer a los vecinos del municipio como al turismo y hacerle grata la estancia en él. Han reformado servicios y disciplinados otros, procurando corregir deficiencias notorias por conveniencias. Muchos abusos había que mejorar y en muchos puntos se ha observado el resultado de su intervención. Pero hay un aspecto que merece la más delicada atención y que no parece advertirse más que cuando un hecho escandaloso lo hace resaltar. Cuando apedrean, queman y destrozan coches, mobiliario urbano, puertas, escaparates, grafitis por doquier, deposiciones de animales, botellones, trifulcas y peleas, promover eventos nada rentables para el comercio excepto para bares y cafeterías, promoviendo el consumo de alcohol en la vía pública y sembrando el descontento y la inseguridad de vecinos y visitantes. Entonces se protesta del salvajismo, del incivismo y se toman medidas transitorias, que son pronto olvidadas hasta que un hecho parecido se repite. Sin embargo esos hechos son revelación de un estado de cierta gravedad en las costumbres, una degeneración del modo y tono ciudadano que poco a poco ha ido cuajando por excesiva tolerancia y falta de vigilancia adecuada y eficaz, hasta manifestarse con todo desenfado la ineducación y la grosería como cosa corriente y habitual.

 

 A cualquiera que llegue por primera vez a nuestra población ha de chocarles la falta de urbanidad, en el sentido más amplio de la  palabra, de respeto a los demás, que abarca desde la incuria en ciertos servicios públicos al escándalo callejero. Desde el inadecuado espectáculo de algunos concejales, policías locales, entre otros, hasta el de los grupos de chiquillos, jóvenes y gamberros varios, que abuchean al policía local, al viejito/a, al borracho o al perturbado persiguiéndole por las calles con toda libertad y a todo lo que se le ponga por delante, parecen verse como cosas naturales que no llaman la atención de nadie. Frecuente es la circulación de coches con escandalizadores festivales que se desahogan con cantos groseros o dirigen burlas a los transeúntes. Frecuente también en sitios céntricos, las bromas en alta voz, de acera a acera con frases soeces, entre bigardos sin respeto a los demás. Y, donde se reúnen grupos, la mofa a gritos de cualquier transeúnte. Y el repulsivo espectáculo del chulillo, generalmente, menor de edad, que circula con su cigarro en las bembas y se insolenta con las personas a su paso disputándoles la acera o el espacio que ellos ocupan, ciclistas a todo pedal por aceras sin carril para ellos, sin importarles quienes transitan o paseen por ellas. Y tantos otros casos que se advierten a cada hora. Falta de cortesía, falta de decoro, falta de educación e incivismo.

 

 Y todo eso y mucho más que se viene tolerando sin que se le ponga coto, a fuerza de ser soportado ha llegado a ser tan habitual que parece sufrirse sin extrañeza. El daño, por lo hondo no es fácil de desarraigar de pronto porque arranca desde los hogares familiares (en la mayoría de los casos) trasladado a los colegios e imponiéndolos en la vía pública. Pero es imprescindible dedicarle la mayor atención para corregir la ineducación en aquellos muchos casos en que la intervención policial es de obligado proceder. Reglamentar y sancionar, como en cualquier servicio público, e imponer la mayor severidad en la vigilancia para cortar e impedir las groseras expansiones callejeras.

 

 Pero parece ser, que Ordenanzas y Normativas, solo son aplicables al otro grupo de ciudadanos con comportamientos cívicos, educados, corteses y galantes modos, gracias a la preocupación familiar de enseñarles comportamientos adecuados basados en el respeto mutuo.

 

 "¿Qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?"

 

 A mí me gustaría que mis hijos y los tuyos y los de los demás, fuesen gente responsable, sana, de mirada limpia, sinceros, leales. Lo que solemos decir a menudo “Buena Gente”.


Porque si son buena gente harán un mundo bueno y quizás mejor.

 

“Mientras los padres no se den cuenta de que los hijos son cosa suya y de que si salen bien, la responsabilidad es un 97% suya y si salen mal, también”.

 

 

José Antonio del Rosario

 

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