¡RUIDOS
NO!
Las Palmas es una ciudad que
se ha convertido en la «ciudad de los ruidos». Ruidos por todas partes. En
Vegueta y Triana, que siempre fue la estampa de la tranquilidad, vive el ruido
ya insoportable de las discotecas en cualquier tipo de comercio, amén de las
caseras que se instalaron para quedarse, y no podemos olvidar las trifulcas,
insultos con vocabulario a cuál más soez, robos, etc, etc. La Capital con sus
muchas calles declaradas peatonales, sufre molestias inaguantables tanto de
noche como de día, extendiéndose ya por todo el municipio desde hace años.
Un gran ejemplo para el
tripartito aposado en el Consistorio capitalino, lo da el Ayuntamiento de San Bartolomé de
Tirajana por medio de los responsables de sus servicios de Ordenación del
Territorio y Políticas Ambientales. Llegando a la conclusión categórica de que San
Bartolomé de Tirajana es un municipio contaminado acústicamente. Este es un gran problema
que "se ha judicializado y ha perjudicado a personas y a la propia
administración". Fuente:
La Provincia.
Una
situación que no se puede permitir si se quiere conseguir un turismo de
calidad, y a su vez, la creación de empresas de calidad y solvencia tan
necesitadas en esta Isla. Hoy la población trabajadora sólo se la limita a ser
personal de servicios.
Corría el año de 1981 cuando el Eco de
Canarias insertaba en sus páginas las declaraciones del Dr. Cano, y decía que
el problema de los ruidos urbanos no puede ser desatendido. Nos decía ayer con
la autoridad de su competencia, actualmente su declaración continúa estado en
vigor, que el hogar ha dejado de ser el refugio del hombre para convertirse en otra
fábrica de ruido; que las vibraciones externas hacen que la irritabilidad y la
tensión del ciudadano no disminuya: que hay un grave problema en el ruido del
hogar y es la dificultad para el reposo que supone que los psiquiatras hablaran del síndrome de las viviendas de
renta limitada y que hay que construir casas, pero casas pensadas para la
intimidad y el descanso del hombre. Esta irritabilidad y tensión ciudadana se
está agudizando cada día más por el incivismo de comerciantes y residentes, y
como nó, la tolerancia de aquellos que, con las leyes en la mano, permiten lo
que ellas intolera.
Decía el Dr. Cano, después de analizar los
efectos sobre la salud humana y sobre las relaciones interpersonales, del
exceso de ruido, afirmado que una de las grandes batallas que ha de librar la técnica
del futuro es eliminar el ruido, pues «no sirve de nada el progreso técnico si
con él se destruye la intimidad del individuo».
Mucho se ha escrito y se ha hablado sobre
el ruido urbano. Para que alguien calificara nuestra Capital, como la ciudad más
ruidosa del mundo. Las ordenanzas en vigor muy poco han hecho para evitar las
molestias. Se precisa urgentemente una revisión drástica en reducir los
decibelios, tanto nocturnos como diurnos. Como también aumentar las sanciones
administrativas.
Y es que los ruidos ya vienen de todos
lados, pienso que deben existir fórmulas para controlar, en todo caso, el ruido innecesario. Porque también es problema de salud pública este alboroto
constante que sufrimos la mayoría. Y
así seguimos con las motos,
operarios de ayuntamientos, diversos tipos de vehículos y ciudadanos varios,
que en pleno día con sus noches y
a todo escape con
discoteca incluida, alteran el sueño de la
ciudad. Y es que el sueño ciudadano ya no es exclusivo de las noches,
debido a la precaria situación laboral que se está viviendo, aquel que tiene la
suerte de trabajar, aunque sea por un mísero salario, su turno puede ser tanto
de día como de noche. Y si aquellos que tienen la misión y la obligación de
ejecutar las leyes, miran para el otro lado, poco, más bien nada, podemos
conseguir.
La ciudad, nuestra ciudad. Nuestro
municipio, nuestros municipios pueden ser más agradables si entre todos;
autoridades y ciudadanos, ponemos algo de buena voluntad en resolver lo que
parecen pequeños problemas y que son, los que complican nuestras vidas y la
hacen más difícil. Recuerdo que se dictaban en algunas ocasiones bandos de
silencio, y parece llegado el momento de actualizarlos, recordarlos y
sancionarlos. El Municipio de Las Palmas de Gran Canaria, como el resto de los
Municipios de la Isla, necesitan más reposo, más sosiego, menos alboroto.
José Antonio del Rosario
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