viernes, 14 de abril de 2017

EL REGRESO DE LA PLUTOCRACIA




EL REGRESO DE LA PLUTOCRACIA

 

      Los gobiernos en nuestras islas, no son mejor ni peor que cualquier pueblo perdido por esos andurriales de Canarias. Pero en ellos sus ciudadanos son más felices, solidarios, honrados y decentes. En el decadente estado social en que nos encontramos como el presente, la penuria de los de abajo da pié a la falta de vergüenza de los de arriba.

      Hoy, la escala social en los gobiernos se gradúa por el dinero, nuestros “representantes” y todos aquellos al que favores deben, pasan por ellos sabiendo que han amasado con sudor ajeno un caudal propio. Para nada importa la condición de inteligencia, en los principios de nuestra Democracia, el elogio hoy más usado es la soberbiar antes que ponderar las cualidades del elogiado, no hay cosa que más le enaltezca que alabarle su posición económica. De nada vale en la actualidad el que merece el calificativo de ilustrado.

      No se puede culpar a la ciudadanía por la importancia de su pública opinión, esta no se forma libremente, es la consecuencia de un cúmulo de necesidades materiales y sociales, paridas por un defectuoso estado social, que por mucho tiempo le obligará a gritar su precaria situación. La revolución impuesta de este caos social nos ha hecho retroceder al camino de la imperfección.

      Desgraciadamente hoy, toda revolución pierde algo de su pureza después de su lucha, y sobre todo cuando ha desaparecido la generación que con ella logró la victoria de una gobernación social y democrática. Los diferentes y variopintos gobiernos que inundan la geografía de Canarias han rescatado la vieja fórmula aristocrática de la PLUTOCRACIA, y es que todavía los hombres y mujeres elegidos o nó que trabajan para los gobiernos y administraciones públicas no conciben estos sin plebeyos.

      La obra plutocrática comenzó de nuevo en 2012, y la mayoría de los ciudadanos han sido incapaces de luchar en contra de su continuidad. Han preferido que una gran mayoría de los que hicieron fortuna con sudor ajeno sigan gobernando. La Ley natural se cumple: las leyes de progreso para la ciudadanía no se realizan nunca, estas, manejadas por el capital continuaran siendo fatales para la humanidad. ¿Por qué poner todo nuestro esfuerzo y nuestra lucha a su servicio? ¿Por qué seguir siendo esclavos de la intolerancia? ¿por qué derrochar nuestras energías en fatales leyes?

      Para este o aquel pueblo no debería haber fatalidad en el progreso, y nosotros no podemos permitir que el nuestro engrose la lista de aquellos que retroceden y mueren, queremos ver como pueblo una nación en pos de la Democracia absoluta. Para eso se lucha.

      El defecto de una gran mayoría de la sociedad, procede de graduar la capacidad del individuo por la cantidad de dinero acumulada, y debería reflexionar porque ese origen tiene en ella su raíz. El político en nuestra sociedad ya es de los excelentes por ir a un gobierno con el objeto de satisfacer su sueño de vanidad, y en la mayoría de las veces quizás sólo acude para justificar el cambio de su vieja rebeca por el ridículo traje de pingüino, importándole un carajo la justa representación social para la que fue elegido.

      Casi todos los gobiernos de esta Canarias plutocrática, no vale ni más ni menos que el de cualquier pueblo o aldea perdido por esos andurriales de nuestra geografía. Porque los hombres y mujeres de gobiernos solo se miden por el dinero.

      Por lo tanto, la mayoría de ellos no son necesarios, si los políticos honrados lo son en esta sociedad plutocrática sólo por la vanidad de lucir un frac más o menos ridículo, no son necesarios tantos organismos, pues los malos políticos, los que van con miras interesadas, no sólo no son necesarios, sino que deben ser perjudiciales.

      Ya solo nos queda ir un poco más abajo, hundirnos un poco más en este charco de oscura miseria para que nuestro pueblo se avergüence de haber llegado a tanta profundidad para regocijo y felicidad de todos aquellos que pregonan ser nuestros “representantes” en su paraíso de la abundancia.

 

 

José Antonio del Rosario

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