EL
REGRESO DE LA PLUTOCRACIA
Los gobiernos en nuestras islas, no son
mejor ni peor que cualquier pueblo perdido por esos andurriales de Canarias.
Pero en ellos sus ciudadanos son más felices, solidarios, honrados y decentes.
En el decadente estado social en que nos encontramos como el presente, la
penuria de los de abajo da pié a la falta de vergüenza de los de arriba.
Hoy, la escala social en los gobiernos se
gradúa por el dinero, nuestros “representantes” y todos aquellos al que favores
deben, pasan por ellos sabiendo que han amasado con sudor ajeno un caudal
propio. Para nada importa la condición de inteligencia, en los principios de
nuestra Democracia, el elogio hoy más usado es la soberbiar antes que ponderar
las cualidades del elogiado, no hay cosa que más le enaltezca que alabarle su
posición económica. De nada vale en la actualidad el que merece el calificativo
de ilustrado.
No se puede culpar a la ciudadanía por la
importancia de su pública opinión, esta no se forma libremente, es la
consecuencia de un cúmulo de necesidades materiales y sociales, paridas por un
defectuoso estado social, que por mucho tiempo le obligará a gritar su precaria
situación. La revolución impuesta de este caos social nos ha hecho retroceder
al camino de la imperfección.
Desgraciadamente hoy, toda revolución
pierde algo de su pureza después de su lucha, y sobre todo cuando ha
desaparecido la generación que con ella logró la victoria de una gobernación
social y democrática. Los diferentes y variopintos gobiernos que inundan la
geografía de Canarias han rescatado la vieja fórmula aristocrática de la
PLUTOCRACIA, y es que todavía los hombres y mujeres elegidos o nó que trabajan
para los gobiernos y administraciones públicas no conciben estos sin plebeyos.
La obra plutocrática comenzó de nuevo en
2012, y la mayoría de los ciudadanos han sido incapaces de luchar en contra de
su continuidad. Han preferido que una gran mayoría de los que hicieron fortuna
con sudor ajeno sigan gobernando. La Ley natural se cumple: las leyes de
progreso para la ciudadanía no se realizan nunca, estas, manejadas por el
capital continuaran siendo fatales para la humanidad. ¿Por qué poner todo
nuestro esfuerzo y nuestra lucha a su servicio? ¿Por qué seguir siendo esclavos
de la intolerancia? ¿por qué derrochar nuestras energías en fatales leyes?
Para este o aquel pueblo no debería haber
fatalidad en el progreso, y nosotros no podemos permitir que el nuestro engrose
la lista de aquellos que retroceden y mueren, queremos ver como pueblo una
nación en pos de la Democracia absoluta. Para eso se lucha.
El defecto de una gran mayoría de la
sociedad, procede de graduar la capacidad del individuo por la cantidad de
dinero acumulada, y debería reflexionar porque ese origen tiene en ella su
raíz. El político en nuestra sociedad ya es de los excelentes por ir a un
gobierno con el objeto de satisfacer su sueño de vanidad, y en la mayoría de
las veces quizás sólo acude para justificar el cambio de su vieja rebeca por el
ridículo traje de pingüino, importándole un carajo la justa representación
social para la que fue elegido.
Casi todos los gobiernos de esta Canarias
plutocrática, no vale ni más ni menos que el de cualquier pueblo o aldea
perdido por esos andurriales de nuestra geografía. Porque los hombres y mujeres
de gobiernos solo se miden por el dinero.
Por lo tanto, la mayoría de ellos no son
necesarios, si los políticos honrados lo son en esta sociedad plutocrática sólo
por la vanidad de lucir un frac más o menos ridículo, no son necesarios tantos
organismos, pues los malos políticos, los que van con miras interesadas, no
sólo no son necesarios, sino que deben ser perjudiciales.
Ya solo nos queda ir un poco más abajo,
hundirnos un poco más en este charco de oscura miseria para que nuestro pueblo
se avergüence de haber llegado a tanta profundidad para regocijo y felicidad de
todos aquellos que pregonan ser nuestros “representantes” en su paraíso de la
abundancia.
José
Antonio del Rosario
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