viernes, 23 de mayo de 2014

POLÍTICAS RASTRERAS, RASTREROS DE LA POLÍTICA



POLÍTICAS RASTRERAS, RASTREROS DE LA POLÍTICA

 

 Toda política, como rastrera que es, necesita de un desaprensivo, de un tipo que carezca por completo hasta de valor personal, pero que tenga labia, mucha pillería, que sea descarado en la mentira, cobarde y rufián en la oratoria, despreciativo con su oponente, intolerante con el pueblo.

 

 Si, a ese individuo/a se le toleran muchas cosas, porque sabe todos los secretos, de los que son los Jefes, y les tiene según dice, cogidos por los cilindros, y aprovechándose de esto, atropella, hace y deshace, pone en ridículo a la ley, a las autoridades y a todo el que figure en algo, y estos mismos son los primeros en asegurarle la impunidad. Se decía que el antecesor era malo, y que estaba entregado a él por completo. Pero triste es confesarlo. Del actual se burla, se ríe y lo tiene ya (dice, y pregona él), supuestamente en el bolsillo. La cobardía, la envidia, la mentira y los rencores es el común diario de la política en este país.

 

 Esos hombres y mujeres sagaces y prácticos en extraviar, confundir y mentir a la muchedumbre, formando alianzas ocultas y se conciertan de mil maneras, teniendo siempre por norte su interés personal, que saben encubrir y disfrazar con apariencias de una nobleza y un patriotismo que seducen al más prevenido.

 

 En todos los países hay una clase de hombres y mujeres que, escépticos en política, tienen por órgano de doctrina determinados medios de comunicación acomodables a todas las circunstancias, y se visten de todos los colores que creen convenientes a su fin preconcebido. Esa clase de hombres y mujeres no solamente está prevenida para rebajar o subir su color político, la puesta en escena en los medios afines con manipuladoras ofertas, ¿escraches? les da ventaja para presentarse de nuevo cambiada la afiliación y acomodar la embarcación con el objeto de navegar siempre con viento favorable y arribar a puerto seguro. Eso sí, presumen de ideólogos en sus vanales discursos.

 

 Todos creemos o creímos de buena fe, que aquellos actos eran sinceros y de legítima política; pero cuando llegó la ocasión en que había de saberse la verdad, vimos que en ese partido o el otro, en aquella formación o en la otra, cuyos afiliados habían protestado presentando su dimisión en el concepto de que eran radicales, dictatoriales, no democráticos, no se ajustaban a sus pretensiones, no habían sido bien comprendidos, se sentían engañados, y nosotros nos quedamos como quien ve visiones, sin saber cuál era la causa, si la mucha habilidad de aquellos o la ignorante torpeza nuestra.

 

 Soy amigo de la libertad y amante del orden, sensato enemigo del libertinaje y del desorden, que rinde culto a las ideas democráticas rechazando principios disolventes que fraccionan a la sociedad y desarraigan sus organismos, que odia noblemente ya el despotismo ya la opresión demagógica. Ciudadano que aborrece el clientelismo político-empresarial y político-judicial, que sólo inspiran conductas abominables de corte mafioso, de prácticas mezquinas y vergonzosas.

 Quiero (como la mayoría) reformas, libertad, economía, cultura, sanidad, solidaridad, trabajo y sobre todo justicia y moralidad, tanto arriba como abajo, tanto en los gobernantes como en los gobernados. Habito en un país que hoy vive una vida mercenaria que lo infama, que lo envilece y que provoca la risa y el escarnio de las extrañas gentes de otras naciones.

 

 Quiero orden, tranquilidad y paz, mientras los supremos poderes hacedores de las leyes, las garanticen y las cumplan, mientras no se escatimen y mengüen las libertades que una democracia proclamó en días de regocijo y gloria, a costa de sacrificios y de grandes sufrimientos; mientras todos se mantengan dentro de sus límites y no se causen agravios que intercedan profundamente la dignidad del país y el decoro popular; y quiero, en fin, cese el esquilmo, la corruptela, la malversación escandalosa que en años se ha mostrado evidente sin guardar siquiera las formas del pudor, y que no prosiga ese irritante abandono que han tenido los últimos gobiernos como el actual, en todas las cuestiones de material interés.

 

 El objetivo preferente será que los gobernantes oigan el clamor incesante que se alza del seno de la mayoría de los ciudadanos, sobre las cuáles se descarga cruelmente el látigo de los poderes públicos, y pedir el remedio del mal, contrariando abiertamente toda medida que tienda a acrecentar la deuda pública por decreto impuesta, los impuestos que actualmente gravitan con abrumadora desproporción, y que hacen presagiar la inminente y vergonzosa ruina. Defendamos con firmeza los inviolables derechos del hombre y la mujer, exigiendo a un tiempo mismo el cumplimiento estricto de una ley justa, no viciada políticamente, para que una dictadura y anarquía no se entronice, no domine, ni avasalle, ni atropelle todo.

 

 Entre nosotros el sufragio universal o sistema electoral que es una de las conquistas más preciosas que nos trajo la Democracia, en el pueblo está el  procurar por todos los medios posibles generalizar la instrucción popular, o nos hará retroceder al sistema feudal. Hoy más que nunca, toca modificar la Constitución y el Sistema Electoral para no seguir creando una clase de pequeños déspotas, que ambiciosos unos, muchos de influencias bastardas, de enriquecerse otros, y todos de dominar las masas incautas e ignorantes, nos conducirán a las urnas electorales como los pastores conducen las ovejas al corral.

 

 

 

José Antonio del Rosario

 

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