viernes, 27 de marzo de 2015

POR SIACASO, SÍ



POR SIACASO, SÍ



       ¿Es posible que en Canarias, cuyos habitantes son tan moderados como libres, tan independientes por su carácter como dignos por su honradez, apoyarán ahora a partidos de corte caciquil, nacionalista y radical, que cada vez tienen menos significación en las islas? ¿Es posible que en este país, donde la libertad nace, crece y fructifica espontáneamente sin el auxilio de inconvenientes políticas y contra todos los amaños y apaños del caciquismo, comunismo, nacionalismo, radicalismo, etc, vayan a desmentir ahora su independencia y sus criterios proverbiales no identificándose con  partidos que luchan por una Democracia?

      No lo creo: se hallan tan profundamente arraigados  los sentimientos  y nobles aspiraciones, cuyo fuego arde en nuestros corazones y cuya llama oscila en la frente de todos, (no de balde mereció estas islas  el título de Afortunadas) la  grandeza del coraje que nunca se separa y siempre acompaña y enaltece la libertad.

     Desde el último rincón de estas Afortunadas Islas se pide libertad  al influjo de las buenas costumbres y del pundonor, tan conveniente en sociedades democráticas, donde en el orden con el progreso moral y material, son su base más firme.  Entre los  naturales se observaba  aquella ingenuidad y aquel amor tan poderoso, que rayaba en fiereza por el suelo que les vio nacer, que aun en la época presente constituyen el timbre más honroso de las naciones civilizadas.

     La libertad sin la moralidad es imposible: y los hombres de ideas limitadas a la esfera material de su ambición, respecto de sus semejantes son egoístas, y en política son inmorales, legitimando por el fin que al parecer se proponen, la injusticia de los medios que a él les conducen. Por esto veo con repugnancia la conducta política, que como consecuencia de aquellos y estos errores, casi siempre voluntarios, se observa en todos los Gobiernos, el objeto preferente y exclusivo de las aspiraciones de los partidos y formaciones, de los hombres y mujeres que los componen  la mezquina y maquiavélica influencia  en la administración general del Estado.

     Sin embargo, al ver que tanto se trabaja por  no modificar el modelo de sufragio actual, lo que debería tener de libre y espontáneo, hacen alarde, de que la opinión del ciudadano no es producto de su sentimiento, ni de su conciencia, ni de su convicción; sino un acto obligado del más pobre dominado por el más rico dominador, o una declaración exigida al débil por la coacción del más poderoso; confieso con pena que la “Familia Política” en su marcha progresiva de manipulación, debe de haber olvidado alguno de los elementos que entran en sus conciencias; indudablemente en la parte moral ha debido quedar rezagada, seguido, ni siquiera de lejos, a la material.


      Recordarle a los electores que el derecho electoral es el más importante de cuantos concede la Constitución (aún que esta, los poderes en este país se la pasen por el arco del triunfo) y garantizan las leyes en todas las naciones regidas por instituciones democráticas;  porque el sufragio común a todos constituye el acto más solemne que manifiesta la soberanía nacional; y cualquier influencia, que se interponga para falsificarlo, es una profanación.

      Decirle a todos los electores el deber ineludible de emitir su voto con independencia y entereza, sin dejarse seducir ni sujetarse a exigencias de hombres y mujeres ambiciosos y avezados que unas veces con amenazas que no pueden realizar, y otras con promesas, que no han de cumplir, hacen de la elección un simulacro, convirtiendo el acto más soberano y trascendental de los ciudadanos en el más abominable sarcasmo, contra las instituciones democráticas que invocan.

      Aquí, en Canarias, hay dignidad, hay independencia, hay decoro: por eso confío, que, donde tanto se invoca la Libertad y la Democracia, se proclama el orden y se elogia la independencia racional al emitir los votos en las urnas, no se habrían empleado ni se emplearán medios reprobados por ciudadanos libres.

     Por siacaso, sí debemos reflexionar y preguntarnos: ¿Alguna vez un partido o formación política, cumplió su programa electoral y promesas en él plasmadas al llegar y sentar sus posaderas en el sillón del poder?

    Promesas mil y una vez pregonadas, mil y una vez juradas y perjuradas. Promesas que como el humo se diluyen con la aireada ráfaga del chantaje y la mentira.


   José Antonio del Rosario

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